Aunque muchos lo intuyen, es relativamente reciente la fundamentación científica de la idea que el temperamento de los niños es un rasgo casi absolutamente innato, y que los padres no son responsables de sus características o dificultades.
Sabiendo esto, se hace necesario adaptar los sistemas de crianza, los estímulos apropiados y la estrategia educativa a las peculiaridades propias de cada niño-individuo, en vez de las recomendaciones universales del último “gurú” mediático, o la última moda “psicológica”.
Tengo la ventaja de haber comprobado sobre el terreno el resultado de casi cuarenta años de “evolución” en muchas personitas, (que ahora son personas a cuyos hijos también atiendo), y también el efecto balsámico de dialogar sobre una lectura clara y personal de la situación, en vez de entregar folletos de asesoramiento.