Es un motivo de consulta habitual y comprensible. Los niños tienen síntomas respiratorios continuados durante semanas o a veces meses. Los medicamentos administrados no parecen causar un gran efecto, o bien la mejoría es transitoria o parcial. Con una frecuencia alarmante, que puede ser incluso semanal, el niño se enferma, y requiere una consulta médica, y los diagnósticos propuestos se repiten de vez en vez.
¿Es esto señal de una predisposición patológica a adquirir infecciones? ¿Se debe a una debilidad intrínseca del sistema inmunológico? ¿Es algo transitorio, o propio del niño? ¿Tendrán estas enfermedades una repercusión negativa sobre su desarrollo, nutrición, o sobre la vitalidad futura de los órganos que son afectados repetidamente por ellas? ¿Tiene el niño algún “déficit” nutricional que justifique esta predisposición? ¿Hay algo eficaz o paliativo que pueda hacerse al respecto?
La única forma de aclarar estas dudas, es examinar a fondo la situación, los antecedentes, registrar secuencias temporales fiables, y obviamente examinar al niño. Por lo general, con pocos datos (pero buenos), escuchando abiertamente, analizando las cosas que se observan y muy en particular las que faltan, es posible sacar una conclusión bastante rotunda sobre el asunto.
El seguimiento ulterior servirá para consolidar los datos, y ayudar a reconvertir la situación en algo más tolerable para la familia, en particular disminuyendo el uso de medicación sintomática superflua y poco eficaz, y en muchos casos los antibióticos utilizados “por precaución”.